WILLIAM MARTIN Y LA OPERACIÓN MINCEMEAT. EL ENGAÑO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) es el conflicto más cruel y mortífero de la Historia. Prácticamente todos los países del planeta se vieron involucrados; generó la pérdida de cerca de 70 millones de vidas, arruinó económicamente a los contendientes y destruyó materialmente ciudades enteras, por no hablar de las consecuencias políticas y territoriales que se derivaron de ella.
La gran cantidad de recursos empleados en las contiendas y el poderío militar de los polos enfrentados terminó por convertir la inteligencia en el factor que podía inclinar la balanza. A lo largo del conflicto se produjeron varios capítulos de estrategia dignos de mención, unos ejecutados con más éxito que otros. Pero es en 1943 cuando se comienza a urdir un plan tan arriesgado como brillante, un plan que supuso el principio del fin del mayor conflicto bélico que se ha conocido.
Situémonos: en 1943, y tras el éxito de la campaña de los aliados en el norte de África que culminó con la derrota del general alemán Erwin Rommel, el objetivo era avanzar hacia el centro de la Europa ocupada y en este movimiento, la isla italiana de Sicilia se convirtió en clave.
Ambos bandos lo sabían, especialmente alemanes e italianos, que defendían el territorio con uñas y dientes. Vigilaban sin descanso y hostigaban a las tropas aliadas situadas en Malta, por lo que invadir Sicilia sin más no era una opción plausible. Además, preparar cualquier maniobra cuando el enemigo es prácticamente tu vecino no resultaba nada fácil. Había que hilar muy fino y sobre todo, despistar al contrincante.
El engaño consistía en hacer llegar a los alemanes una cartera con documentos falsos en los que se decía que los aliados iban a desembarcar en Grecia (playas de Kalamata y Cabo Araxos) y también en Cerdeña. De esta forma los alemanes reforzarían las defensas de esos parajes en menoscabo de Sicilia, el lugar elegido para el desembarco real (Mapa elaborado por Enrique Nielsen).
EL PLAN
Dos oficiales ingleses, Charles Cholmondley y Ewen Montagu, encontraron la solución: enviarían información falsa a los alemanes utilizando a un oficial muerto en combate. El plan tenía que ser perfecto. No en vano, la inteligencia alemana no era para tomársela a broma, así que después de barajar diversas posibilidades que fueron descartadas por inverosímiles o por suponer riesgos inasumibles, los gestores del plan perfilaron la estrategia: la Operación Mincemeat (Carne picada) había dado comienzo.
El protagonista ficticio de la historia sería el Mayor William Martin, un mensajero de rango suficiente como para no ser puesto en tela de juicio por los alemanes, que encontraría la muerte mientras sobrevolaba las costas de Huelva en uno de los muchos desplazamientos aéreos que se llevaban a cabo entre el norte de África e Inglaterra. La misión, tristemente truncada por el destino, sería la de transportar información
de importancia a superiores ingleses sobre el desarrollo de la guerra en la zona del Mediterráneo, información por supuesto tan falsa como la personalidad del propio Martin pero que, de desarrollarse el plan como estaba previsto, los alemanes creerían a pies juntillas.
Pero, ¿por qué eligieron las costas onubenses? Muy sencillo: España, bajo la dictadura de Franco, guardaba buenas relaciones con el régimen de Adolf Hitler. De hecho, en Huelva residía Adolf Clauss, un espía alemán muy bien situado entre los gerifaltes españoles que sería uno de los primeros en conocer la aparición del oficial inglés fallecido en acto de servicio. No en vano, la aparición de un forastero flotando en las aguas de un pequeño pueblo de pescadores no pasaría desapercibida para las autoridades locales y de ahí a que se enterara Clauss habría solo un paso. Si Clauss se tragaba el señuelo y trasladaba la información que portaba el cadáver a sus superiores alemanes, la misión habría triunfado.
Foto: Cortesía de Ben Macintyre
Equipo responsable de la operación Mincemeat, dirigida por Ewen Montagu.
EL HALLAZGO
Fue así como el 30 de abril de 1943, hace ahora 75 años, un pescador de la localidad de Punta Umbría, José Antonio Rey María descubrio un cuerpo flotando frente a la playa de La Bota. Era el Mayor William Martin, perfectamente ataviado con su uniforme con los bolsillos repletos de detalles personales como una foto de su novia ficticia, recibos, llaves, billetes de autobús y hasta unas entradas de teatro que indicaban que había asistido a una representación con su prometida en la víspera de su misión.
También llevaba, por supuesto, su chaleco salvavidas y su maletín cargado de información falsa atado a la cintura y esposado a su muñeca. El maletín había sido diseñado para que el agua no afectara a los preciados documentos.
Tras remolcarlo a tierra firme, el hallazgo fue inmediatamente puesto en conocimiento de las autoridades, tal y como habían previsto los creadores de la Operación Mincemeat.
Foto: Escena de la película “El hombre que nunca existió”
ALGUNOS SUSTOS Y LA IMPORTANCIA DE LA FAMA
Escena de la película «El Hombre que nunca existió»
Sin embargo, la operación no estuvo libre de sobresaltos. La amistad que el juez instructor de la Marina de Huelva, Mariano Pascual del Pobil, primer depositario del cadáver y el maletín, con el vicecónsul británico Francis Haselden, a quien quiso entregar el hallazgo, a punto estuvo de dar al traste con los planes de los ingleses. Haselden, conocedor de la Mincemeat, rechazó el ofrecimiento de su amigo y le indicó que siguiera los trámites ordinarios respecto a las autoridades españolas.
Así lo hizo, dándose inicio al proceso de reconocimiento y análisis tanto del cadáver como de los documentos.
Sólo la inteligencia española advirtió de cierta falta de coherencia en el material que portaba el cuerpo, y el responsable de la autopsia, el doctor forense Eduardo Fernández del Torno, también dejó constancia de algunas cuestiones que no se correspondían con el estado que debía presentar el cuerpo teniendo en cuenta la fecha de la muerte y que hubiera estado, supuestamente, sumergido a merced de los peces en el mar. Nadie prestó atención a los españoles. Tras la autopsia, el cuerpo de William Martin, depositario de las pruebas que podrían haber descubierto el engaño, recibió sepultura en el cementerio de La Soledad de Huelva con todos los honores militares. Allí permanece a día de hoy.
SE TRAGARON LA CARNE PICADA
Adolf Clauss, que tenía acceso a la Comandancia de Marina, fotografió los documentos y los remitió a los servicios secretos alemanes antes de que los británicos pidieran al embajador del Reino Unido en España, Sir Samuel Hoare, que mediara ante el Gobierno español para devolver los documentos de Martin a su país natal. Cuando finalmente llegaron a Inglaterra, Ewen Montagu pudo comprobar que habían sido manipulados y por lo tanto, que el contenido había llegado precisamente a donde tenían que llegar: a los alemanes.
Los del Führer se habían tragado, enterita, toda la carne picada. Fue así como llegaron a creer que los aliados no tenían intención de invadir Sicilia, sino que pretendían desembarcar en Cerdeña y el Peloponeso griego, posiciones que fueron reforzadas por el Eje dejando indefensa la isla de Sicilia, que fue tomada el 17 de agosto de 1943 por los aliados en la llamada Operación Husky, permitiendo a estos introducirse en la Europa ocupada por los nazis y salvando miles de vidas.
Foto: Mensaje confidencial del agregado naval a la D.N.I. Almirantazgo, 2-5-1943. Public Record Office, ADM 1/25230.
EL HOMBRE QUE NUNCA EXISTIÓ
La figura de William Martin está aún hoy rodeada de misterio y leyenda. El gran secretismo con el que se ejecutó la operación evitó que durante mucho tiempo trascendiera nada sobre este hombre, por lo que ni el propio pueblo británico pudo reconocer la aportación que la persona que en realidad se ocultaba detrás de la identidad falsa del Mayor Martin realizó a la Humanidad.
…Winston Churchill encargó al propio Ewen Montagu que contara la verdadera historia de William Martin para contrarrestar la publicación del libro Operación Desengaño…
En 1950, el primer ministro británico Winston Churchill encargó al propio Ewen Montagu que contara la verdadera historia de William Martin para contrarrestar la publicación del libro Operación Desengaño, escrito por Alfred Duff Cooper. Lo hizo por entregas en el periódico The Sunday Express bajo el título The man who never was (El hombre que nunca existió) y fue un gran éxito. Más tarde, en 1955, Ronald Neame llevó a la gran pantalla la apasionante historia de William Martin y la Operación Mincemeat.
Foto: Cortesía de Jesús Copeiro
Cartel de mano de “El hombre que nunca existió”. La película fue estrenada en el Cinema Rábida el viernes 2 de enero de 1959
PERO, ¿QUIÉN FUE WILLIAM MARTIN?
Foto: The man who never was
La elección de la persona que habría de encarnar al ficticio Mayor William Martin fue uno de los trabajos más minuciosos de la Operación Mincemeat. El personaje creado por Ewen Montagu era un oficial destinado en la Marina Real que prestaba su servicio como correo entre Londres y el cuartel general aliado en Argel. Tenía novia, llamada Pamela, a la que tenía intención de pedir en matrimonio a juzgar por el recibo del anillo que se introdujo en su cartera.
También era católico, a juzgar por las placas de identificación que se colgaron de su cuello y con las que los promotores de la Mincemeat se garantizaban que el cuerpo recibiera cristiana sepultura. En lo profesional, como Montagu se encargó de dejar patente, era un hábil especialista en su campo y en el ejercicio de su deber encontraría la muerte, ahogado en el mar tras sufrir un accidente aéreo.
UN CUERPO A LA MEDIDA
El cadáver, por tanto, tenía que reunir las condiciones físicas previstas por Montagu y, sobre todo, el motivo de la defunción tenía que ser coincidente. Los estudiosos de la historia han barajado varios candidatos, un joven hombre fallecido tras cometer suicidio con matarratas y otro fallecido por neumonía podrían haber sido los elegidos, pero las causas reales de las muertes podrían haber sido fácilmente detectadas durante la autopsia.
Así, según otra hipótesis, el elegido fue un marinero fallecido en el hundimiento del portaviones HMS Dasher, a causa de una explosión interna.
Montagu habría recibido el permiso de la familia del soldado con la condición de que la verdadera identidad del joven nunca fuera revelada y que sería enterrado con todo respeto.
El cadáver fue conservado en las dependencias del MI5 y la cartilla de identidad ilustrada con la imagen de un militar que guardaba parecido con el soldado fallecido. Una vez llegó el momento elegido, el cuerpo se trasladó hasta el submarino HMS Seraph que transportó el cuerpo, oculto en una cápsula refrigerada, hasta las costas de Punta Umbría, donde en la madrugada del 30 de abril y tras un responso y una toma de juramento de silencio a cargo del comandante N.A. Jewell, al mando del Seraph, William Martin fue arrojado al mar para cumplir una vez muerto la misión más importante de su vida.
Foto: The man who never was
SIEMPRE EN LA MEMORIA
A pesar del pseudónimo con el que siempre ha sido conocido el falso Mayor William Martin, El hombre que nunca existió, su figura ha sido trascendental para entender el devenir de los acontecimientos mundiales de aquella convulsa época y ha permanecido siempre vinculada a la historia de Huelva y muy especialmente de Punta Umbría.
William Martin nunca fue arrojado al olvido y su tumba, a la que más tarde se añadió el nombre de Glyndwr Michael, – presunto propietario del
cuerpo en el que se encarnó el Mayor-, siempre recibió la visita de las autoridades británicas presentes en España. Nunca le faltaron flores. De ello se encargó desde que tenía 14 años la hija de un ingeniero de la Rio Tinto Company, Isabel Naylor, aunque durante muchos años el misterio de William Martin estuvo íntimamente unido al de quién era la persona que con tanto respeto cuidaba su sepultura.