El Legado Inglés

La provincia de Huelva ha sido a lo largo de su historia un territorio depositario del legado de múltiples culturas, un factor determinado por su privilegiada situación geográfica y por una riqueza natural que ha constituido un auténtico imán para los muchos pueblos que se han establecido en este lugar en algún momento.

Uno de esos pueblos fue el británico, que desembarcó en Huelva en un periodo más reciente, atraído por la explotación de las minas onubenses, ricas en azufre, cobre, plata y otros materiales imprescindibles para el desarrollo de la industria química en la que Inglaterra y otros países estaban inmersos desde mediados del 1800.

El problema del aire

El sistema de extracción de los elementos contenidos en el bruto del mineral era el conocido como “teleras”. Las teleras consistían en quemar el mineral al aire libre en grandes piras de madera, una práctica que se utilizaba con anterioridad pero que con la llegada de los ingleses y el incremento de la actividad minera e industrial aumentó considerablemente.

Esto ocasionó dos serios inconvenientes: en primer lugar, un grave proceso de deforestación en la comarca y, en segundo lugar, la contaminación del aire que además, cuando llovía, generaba el fenómeno conocido como lluvia ácida que echaba a perder los cultivos, entre otros daños. No en vano, la situación afectó hasta tal punto a la vida de los habitantes de la comarca minera de Huelva que provocó la primera gran reivindicación social y laboral en España: las movilizaciones de 1888, cuyo capítulo más negro se escribe bajo el título de El año de los tiros.

Construyendo con sentido

Los ingleses no dejaron nada al azar y construyeron sus casas de veraneo teniendo en cuenta las características del lugar y sus condiciones climáticas. Así, levantaron sus viviendas sobre pilares que las aislaban de la humedad y que no sólo dejaban circular el aire bajo la edificación, sino que no impedían el natural movimiento de las dunas. Estaban aisladas por revestimientos de madera doble que se blanqueaba cada temporada para repeler el calor y estaban cubiertas por chapas de zinc o palastro. En sus ventanas, pintadas de verde, persianas de esparto que protegían del calor y tanto en las ventanas como en la puerta principal, a la que se accedía por una escalera de madera, mosquiteras protegían a los habitantes de los molestos insectos.

Los ingleses también dotaron al complejo de un embarcadero situado a la altura de la Plaza Pérez Pastor. Hasta allí llegaba el agua potable que se traía desde Huelva y que al llegar a Punta Umbría era depositada en aljibes. Gracias a los pintorescos molinos de los que aún puede contemplarse alguna muestra, se movilizaba el agua de los pozos hasta depósitos situados a alturas superiores.

Las viviendas, en su mayor parte individuales a excepción de algunas que eran pareadas y adosadas, estaban a cierta distancia unas de otras y comunicadas por pasarelas de madera.

William Martin

Todas estaban orientadas hacia el sur (sus dependencias principales, el salón, comedor y dormitorios), dejando hacia el norte las cocinas y los baños. Tanto el baño como la habitación de la servidumbre estaba separada de la casa y comunicada por pasarelas.

Los ajustes legales y el final del eden

Prácticamente desde que se inició la construcción de los bungalós, los ingleses trataron de conseguir el derecho a la propiedad de los terrenos, de carácter público, en los que se habían instalado en una suerte de alegalidad propiciada por no estar afectado por ningún órgano de la administración. Era terreno que se le había ganado al mar y era difícil establecer su naturaleza administrativa y, por tanto, también conseguir su propiedad.

En 1894 y en su lucha por mantener el aislamiento del núcleo, la compañía minera trató de conseguir una concesión a perpetuidad y gratis por parte del Ministerio de Fomento, de un terreno mucho mayor del que ocupaban los bungalós en aquel momento. Finalmente, la administración optó por otorgar la concesión del espacio que ocupaban las edificaciones a un precio simbólico y por un periodo de 100 años, aunque la comunidad británica no llegó a ocuparlas tanto tiempo.

En 1955 la Riontinto Company vende las minas a capital español, acuciada por la situación económica mundial y el crack del 29, la caída del precio de las materias primas y el hostigamiento del Gobierno, pasando a ser la Compañía Española de las Minas de Rio Tinto S.A. Los bungalós comenzaron entonces a ser el destino vacacional de las familias de los directivos españoles.

No obstante, fue aún bajo la gestión británica y por las razones económicas y políticas antes señaladas cuando las viviendas y el núcleo residencial en sí mismo dejaron de ser objeto de las reformas y ampliaciones previstas.

Lo efímero de los materiales con los que habían sido construidos estos bungalós contribuyeron a que poco a poco fueran desapareciendo las casas originales, aunque gracias a que sirvieron de inspiración para la construcción de otros edificios, ya con materiales y técnicas más sólidas, el estilo británico sigue muy presente en la fisionomía puntaumbrieña.

La Riotinto Company LTD.

Es así como en 1873 se crea la Riotinto Company LTD, que compró las minas de Riotinto e inició de inmediato un proceso de preparación de las instalaciones de explotación de los yacimientos y en 1875, se procede a la apertura del ferrocarril y un desembarcadero para el mineral en la ría de Huelva, dejando para la ciudad una de las infraestructuras que más caracterizan su fisonomía y que hoy constituye uno de sus atractivos turísticos.

También procedieron los directivos ingleses a la construcción de dos núcleos residenciales, uno en Riotinto –el barrio de Bellavista-, y otro en Huelva, más tardío, conocido como Barrio Obrero o Barrio Reina Victoria, exportando su estilo arquitectónico a estos enclaves. Otra muestra fue el Hotel Colón, construido a partir de 1881 para acoger al personal extranjero que desde la llegada de la Riotinto Company era habitual en la provincia.

Denominada hoy como Casa Colón, es un edificio dedicado a albergar dependencias de la administración local onubense y a actividades culturales, ya que entre además de salas de exposiciones alberga en su interior un palacio de congresos.

Buscando un respiro

Obviamente, la comunidad británica establecida en la comarca minera también sufría las molestias y los daños derivados de la aspiración constante del humo sulfuroso de las teleras, amén del riesgo de contraer epidemias de la época como el paludismo o la viruela. Para otorgar al personal de la compañía y a sus familias un paréntesis en el que poder recuperar la salud, la RTC procedió a la construcción de un núcleo residencial allí donde el aire era fresco y puro, en la orilla del mar, concretamente en lo que entonces era un pequeño y encantador enclave marinero denominado como Punta Umbría.

Allí, siguiendo la costumbre establecida por el alemán Guillermo Sundheim de retirarse a Punta Umbría a descansar y disfrutar del baño en las aguas atlánticas, los ingleses establecieron un núcleo de bungalós que conformaban una especie de barrio de salud que hacia 1892 convirtió a Punta Umbría en el referente vacacional del personal británico de la provincia.

Entre esa fecha y hasta que se nacionalizó la compañía minera, hacia 1955, se llegaron a construir unas 20 edificaciones, con unas características tan peculiares que pasarían a conformar un auténtico sello de identidad para la localidad pesquera, y que, como otras modas y costumbres traídas por los británicos del staff de la Riotinto Company, pasaron a ser imitadas por las clases más pudientes de la sociedad onubense.

Las normas de las casas de salud

Las casas de salud o veraneo construidas para el staff de la Riotinto Company estaban reguladas por estrictas normas de funcionamiento y convivencia, y mantenidas, todo el complejo en realidad, en un buscado aislamiento respecto a los habitantes de Punta Umbría.

Por ejemplo, las familias del personal británico de las minas se repartían el veraneo durante los dos únicos meses en los que las casas permanecían abiertas: julio y agosto, a razón de 30 días por familia. Los residentes en las minas tenían preferencia sobre los de Huelva y los solteros sólo podían usar las casas los fines de semana de cada temporada. No podían tener animales de compañía en ningún caso y no se podía hacer ruido a partir de las 23 horas.

Se establece así en buena medida la estacionalidad turística que en parte caracteriza el turismo de la provincia de Huelva, especialmente en sus costas, y que las administraciones y los agentes empresariales tratan de ir atenuando para que núcleos turísticos de gran riqueza cultural y medioambiental como Punta Umbría puedan ser disfrutados en cualquier época del año.

Herencias tangibles e intangibles

Así, para conocer cómo se pasaban los veranos en el Barrio de Salud construido por la RTC en Punta Umbría, basta con visitar la Casa Museo de los Ingleses (Avenida Ciudad de Huelva, s/n), que reconstruye fielmente el estilo de vida, las costumbres y los enseres que se usaban en aquellos días de baños, sol y paseos a la orilla de la ría. La casa fue construida según un diseño de los arquitectos González García de Velasco y González Vílchez siguiendo el esquema de las casas 13 y 14 diseñadas por Clayton en 1917.

No obstante, el estilo inglés en las construcciones y más concretamente el empleado en la construcción de las Casas de Salud fue bastante imitado, gracias a lo cual hoy día quedan algunos de los chalets levantados durante la presencia británica o edificios públicos que han querido constituir un homenaje al legado británico, como el Ayuntamiento o la Oficina de Turismo.

Pero no sólo edificios dejaron los ingleses a su paso por Punta Umbría. Al igual que ocurriera en el resto de puntos de la provincia donde la comunidad británica permaneció en aquellos años, la sociedad onubense adoptó algunas de las costumbres y modas que observaban a los extranjeros. Es el caso de la práctica deportiva, ya que de la mano de los británicos llegaron a estas tierras el tenis o el futbol, por no hablar del fomento de los deportes náuticos, cuya práctica en las costas onubense no se estilaba.